Sentado en la fría oscuridad de la pequeña habitación, todo su cuerpo se resentía por el largo confinamiento en menos de dos metro cuadrados, pero , ningún tipo de incomodidad o dolor tenía importancia. Una sola idea ocupaba su mente y le quemaba por dentro, estaba vivo y sin alma, libre al fin y con demasiados asuntos que poner en orden desde su última resurrección. Habían pasado bastantes horas desde que había despertado y durante ese tiempo había estado repasando sus últimos años, decidiendo las causas que le habían llevado a ese momento y, sobretodo, en los causantes de su caída.

Debía volver a agarrar las riendas de su vida, solucionado los errores cometidos en el pasado, e, intentar recuperar su modo de vida anterior a que los gitanos decidieran hacerle pagar por sus pecados. Primero, tendría que escapar de su prisión, después, recuperar a su rebelde progenie, por último, cazar a la cazadora. Esta vez, no la dejaría tomar el control de los acontecimientos, esta vez la iba a hacer sufrir hasta que suplicase su muerte y entonces, sólo entonces, se tomaría su justa venganza.

Estaba perdido en sus recuerdos de ella y en sus fantasías cuando oyó como alguien abría la puerta de su celda.

- Ángelus,- dijo mientras se pasaba suavemente la lengua por los labios- es un verdadero placer conocerte. – Lyla llevaba un minúsculo vestido negro como única indumentaria y el olor de su excitación lleno todo el cuarto.

- Tengo que agradecerte profundamente mi liberación.- Notaba como el cuerpo de la abogada temblaba ligeramente bajo su mirada y cómo sus pezones se endurecían contra la finísima tela de seda.

- Sólo cumplía con mi obligación.- El vampiro observó incrédulo cómo se arrodillaba ante él, ofreciéndose de forma descarada. Y sin darla tiempo a reaccionar, se echó sobre ella, sujetándole los brazos por encima de su cabeza, mientras la aplastaba contra el suelo con el peso de su cuerpo.

- Vamos a jugar a un juego, Lyla, qué te parece?- agarró ambas muñecas con una sola mano y utilizó la otra para liberar uno de sus pechos de la seda del vestido.

¿Cómo se llama el juego?- Ángelus notó un ligero timbre de miedo en el susurro de la voz.

- Se llama placer o dolor, yo te hago unas preguntas y si me das la respuesta correcta, yo ye daré placer y si me mientes, recibirás dolor.- Sus dedos habían estado jugando con el rosado pezón hasta endurecerlo y entonces se lo retorció de forma brutal.- ¿Has entendido las reglas?

-Siiií.- Su voz era apenas un gemido.

-¿Para qué me has liberado?

- Para que trabajes para Wolfran & Hart.- Ángelus introdujo una mano en el interior de sus piernas y, apartando las bragas, empezó a estimularle en clítoris con suaves caricias.

- Bien, pequeña, sigue así. Vamos con la siguiente, ¿por qué?- Ella respiraba entrecortadamente y le costaba encontrar las palabras.

- Se acerca un Apocalipsis y te quieren de su lado.- Él metió dos dentro de ella y empezó a moverlos con un ritmo extremadamente lento. Ella jadeaba con fuerza.

- Estás tan caliente y tan mojada, pequeña. ¿Dónde?

- En Sunnydale.- Él volvió la cadencia más insistente mientras su pulgar encontró de nuevo su clítoris.

-¿Cuándo?

- En unos meses.- Él notó como ella se iba acercando al orgasmo y se detuvo, dejando sus dedos en su mojado interior. De los labios de Lyla se escapó un sonido de protesta.

- ¿Quieres más? ¿Estás segura?

-Sí, por favor.- Comenzó un movimiento más fuerte, poniendo todo el peso de su cuerpo en cada acometida y cuando sintió que el placer la desbordaba, enterró sus colmillos en su garganta. Bebió con avidez hasta que quedó satisfecho, era su primera comida satisfactoria en años, y s levantó del suelo, dejándola allí tendida.

- Vamos a ver que guardas en casa, pequeña.- Sintió la mirada de la abogada prendida del mientras lamía de sus dedos los fluidos vaginales que había quedado impregnados y abandonó la habitación dejándola encerrada.

Al cabo de un rato, tenía en su poder el portátil de Lyla, cien mil dólares en billetes pequeños y las llaves de un deportivo. Tenía casi seis horas hasta el amanecer, tiempo más que de sobra para regresar a Sunnydale y poner en marcha su plan. Pero antes tenía que hacer una última visita a su abogada favorita.

Seguía en el mismo sitio donde él la había dejado y un charco de sangre se estaba formando junto a su cuello.

- No quiero que mueras, pequeña.- Le apretó una toalla limpia en el mordisco para detener la hemorragia.- He llamado a tu oficina por lo que pronto vendrán a ayudarte. Quiero que les des un mensaje a tus jefes, diles que no me busquen no necesito nada que venga de ellos me enfrentaré al futuro según mis términos.- Ella había apoyado la cabeza en su hombro.- Recuerda que te he marcado, ahora, me perteneces y me obedecerás en todo, ¿de acuerdo?

- Sí, te lo prometo.

- Si me mientes, terminaré lo que he comenzado. Si me eres fiel, te daré una vida eterna.

- No te fallaré.

- Estaremos en contacto.- Se marchó hacia el garaje sabiendo que acababa de poner la primera piedra en la destrucción de Wolfran & Hart.





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